Delta del Ebro

¿Os gusta planear las escapadas o preferís improvisarlas? Tuvimos una semana agobiante y necesitábamos desconectar. No decidimos ni cómo ni dónde, sólo cogimos las cosas y nos subimos en la furgo.

Lugares de interés

Llegamos a las Tierras del Ebro un sábado de Enero a mediodía, sin saber que la semana siguiente todos esos arrozales y largas playas iban a quedar inundados por la borrasca Gloria. Es un lugar donde los amantes de la fotografía se mueven como pez en el agua, ya sea por los colores que muestra el cielo, los cientos de tipos de pájaros pescadores y el juego que producen los reflejos en los arrozales.

Si nunca habéis estado, es una parada obligatoria ver el atardecer en el Faro del Fangar. Se trata de una caminata entre las dunas de arena y el mar Mediterráneo de unos 5 kms en total. Un grupo de flamencos nos sobrevolaron por el cielo, por encima de nuestras miradas. Si no tenéis la suerte de cruzároslos, también podéis observarlos en los miradores de la Laguna de l’Encanyissada.

Desde el principio del camino (que no está permitida la circulación de vehículos a motor, ya que es un espacio protegido) hasta el faro tardamos una hora y cuarto aproximadamente, justo para ver ponerse el sol por detrás de las montañas y salir la luna desde dentro del mar (por lo que todo el camino de vuelta lo hicimos de noche con linternas).

Dónde pernoctar

Al ser temporada baja, pasamos la noche en la Playa de la Marquesa, justo antes de comenzar el camino al faro, delante del Restaurante Vascos (que se encontraba cerrado). Al menos en Enero se puede pernoctar sin problemas por esa zona, la policía no te llama la atención aún pasando por tu lado. Habían varios grupos de pescadores pero todo muy tranquilo, eso sí es importante abrigarse porque con el aire típico de la zona de Tarragona y el mes de invierno incluso se nos congeló el cristal de la encimera de la furgo.

El día siguiente lo pasamos en la Playa del Trabucador: es el estrecho entre la parte protegida del delta y los campos de cultivo. Es una playa inmensa donde encuentras el mar a los dos lados, uno de ellos en total calma con aves pescadoras. Tuvimos la suerte en que hacía un día de primavera y pudimos sacar la mesa y las sillas para comer fuera y tomar un poco el solecito. Se nos hizo tarde disfrutando del buen tiempo y nos quedó hacer la foto típica del Muelle del Trabucador, pero así nos obligamos a volver 🙂

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